miércoles, 15 de julio de 2015

EMPEZAR, OTRA VEZ

     Zoé se marchó unos días de vacaciones con sus padres. Pidió a su tía que no le mandara nada durante esos días, porque no tenía Internet y no lo iba a ver. Ha sido poco tiempo, la familia ha tenido que renunciar a unas vacaciones largas para que Zoé pudiera estudiar. 
     Ella se siente culpable de influir de forma negativa en la vida familiar. Parece, además, que su manera de disfrutar de esos pocos días no ha gustado mucho a sus padres. Se ha olvidado por completo de su planificación. Ellos no querían intervenir, ya que las primeras semanas habían funcionado muy bien evitando la presión y confiando en la responsabilidad de Zoé, pero no había más que verles las caras. 
     Las cosas están, otra vez, tensas y, además, Zoé siente que se le han ido las ganas. Ha perdido el ritmo, no ha cumplido con lo programado y cree que ahora no va a tener tiempo para hacer lo que le queda, que es mucho. Por otro lado, septiembre parece lejano, todavía, y tampoco tiene la motivación de otros días de relajación y diversión como los que ha pasado.
     Cuando, de vuelta a casa abre el correo, lo que su tía le ha enviado como bienvenida va sin comentarios:


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